La inteligencia kinestésica es la capacidad para usar el cuerpo para expresar sentimientos e ideas, así como la habilidad para producir o transformar cosas con las manos.
Es la inteligencia que tienen tanto los deportistas y los bailarines, como los artistas, los mecánicos y los cirujanos.

Este concepto parte de la Teoría de las Inteligencias Múltiples. Fue propuesta en 1983 por el psicólogo y profesor de la Universidad de Harvard Howard Gardner.
Este autor sostiene que la competencia cognitiva del hombre se describe mejor con el término “inteligencias”. Con este concepto engloba al conjunto de habilidades, talentos o capacidades mentales.
La inteligencia corporal cinestésica o kinestésica pertenece a uno de los 8 tipos de inteligencia propuestos por Gardner. Implica habilidades en el control del cuerpo, así como en el manejo y la manipulación de objetos.
Esto también incluye la capacidad de conseguir objetivos relacionados con acciones físicas, además de entrenar y refinar respuestas a estímulos físicos.
A veces, nuestros movimientos o posturas corporales tienden a ser automáticas, escapando de nuestra conciencia. Mejorando la inteligencia corporal kinestésica, la mente es más consciente de los movimientos del cuerpo. Por tanto, se controlan con más seguridad y precisión.
De esta forma, se trabaja para que la mente regule nuestro cuerpo y al mismo tiempo, se entrena al cuerpo para responder a lo que la mente demanda.
La teoría de las inteligencias múltiples
En 1983, Gardner publica su libro “Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences”. Este es resultado de varias investigaciones en el Boston University Aphasia Research Center con personas que habían sufrido accidentes cerebrovasculares y afasia.
También se estudiaron a niños del Harvard’s Project Zero, un laboratorio especializado en analizar el desarrollo cognitivo de los niños y las implicaciones educativas asociadas.
La pregunta central de sus investigaciones fue: ¿es la inteligencia una sola cosa o varias actividades intelectuales independientes?
Gardner definió la inteligencia como “la habilidad necesaria para resolver problemaso para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada”.
Desde esta perspectiva, la mente humana se entiende mejor como una serie de facultades relativamente independientes. Éstas poseen relaciones sueltas e impredecibles entre sí.
Así, se critica el concepto de mente como una máquina con un solo propósito, que funciona de forma constante y a una única potencia, independiente del contenido y del contexto.
La inteligencia no es, entonces, una única capacidad de la mente. Más bien es un espectro de diferentes modalidades, cada una con su área de especialización.
Por tanto, la inteligencia es mucho más que un coeficiente intelectual alto. Éste, en ausencia de productividad, no puede considerarse inteligencia.
Gardner afirmó que la inteligencia no podía ser una sola entidad descrita psicométricamente con una puntuación de CI. Habría que definir la inteligencia de una forma más amplia.
Para ello, estableció varios criterios para definir la inteligencia. Dichos criterios se extrajeron de las ciencias biológicas, el análisis lógico, la psicología del desarrollo, la psicología experimental y la psicometría.
Este autor afirma que todos los seres humanos conocen el mundo a través de 8 tipos de inteligencia: lingüística, análisis lógico-matemático, representación espacial, pensamiento musical, uso del cuerpo o cinética-corporal, comprensión de los demás o interpersonal, comprensión de nosotros mismos o intrapersonal, y naturalista.
Así, los sujetos se diferencian en la intensidad de tales inteligencias. Además de en la forma que acuden a ellas para actuar, solucionar problemas y progresar.
Esto tiene gran incidencia en la educación, pues critica al sistema tradicional. Éste sistema parte de la base de que todos podemos aprender del mismo modo, y que hay una medida pedagógica uniforme para alcanzar el aprendizaje.
Gardner hizo una crítica de las pruebas estandarizadas más utilizadas para medir la inteligencia: la escala de Wechsler y la escala Stanford-Binet. Este autor afirmó que tales pruebas sólo medían inteligencias lingüísticas y lógico-matemáticas, con un enfoque muy reducido.
Para Gardner el enfoque psicométrico no es suficiente, pues la evaluación debe ser más amplia para medir las habilidades cognitivas humanas con más precisión. Según él, el objetivo de la evaluación debe ser la obtención de información sobre capacidades y potencialidades de los individuos, siendo esa información útil para la persona y para la sociedad.
La evaluación debe realizarse en el contexto de un rendimiento real y no utilizando instrumentos formales descontextualizados. Por eso, defiende que la evaluación sea una parte natural del ambiente de aprendizaje. La evaluación debe implicar, entonces, una valoración constante de las habilidades que se producen durante el aprendizaje.
Gardner cuestiona la utilidad de los test de inteligencia tradicionales más allá del rendimiento escolar. Por eso, sostiene que las predicciones podrían mejorarse si las evaluaciones estuvieran más cerca de las “condiciones reales de trabajo”.
Los test dan una sola puntuación sin que las conclusiones se fundamenten a través de otros datos. Esto provoca que la evaluación no preste un buen servicio, ya que no proporciona otras informaciones para la intervención.
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